lunes, 11 de octubre de 2010

El aire

El aire
Muskiz era un pueblo humilde, de familias trabajadoras y de escasos recursos, pero que disponía de un conjunto natural envidiable, montes, río, playa y un aire limpio y sin contaminación, hasta que llegó Petronor. Con esta irrupción, Muskiz se unió a la triste nómina de municipios contaminados, Sestao, Baracaldo, Erandio, Muskiz. Para los tres primeros se han ido encontrando soluciones y poco a poco se van acometiendo políticas de regeneración ambiental, de la mano de la reconversión industrial y de unas mayores y mejores políticas urbanísticas y medio ambientales. Para Muskiz aún no ha llegado ese momento, y no sólo no ha llegado sino que ahora hay un proyecto sobre nuestras cabezas que va a agravar la situación.
Petronor, única causa de este deterioro, pretende justificar esta situación con el pretendido cumplimiento de las normas medioambientales e incluso, dice, superándolas. Se podría llegar a la cruel paradoja de que la contaminación matara, pero eso sí, dentro de la legalidad. Y cuando se ha querido buscar un ejemplo para justificar la pregonada inocuidad de la planta de coke, se ha recurrido a Hungría. Todos los respetos para este país y para sus habitantes, pero qué clase de broma es ésta, ¿va a ser Hungría nuestro referente para nuestras decisiones industriales, urbanísticas y medioambientales?
Parece que alguien ha perdido el rumbo y la brújula en su desesperado intento de justificar lo injustificable. Si puedo elegir una referencia, elegiré cualquiera de los países escandinavos. Estos sí que nos llevan delantera y merece la pena que los sigamos. Hay un adagio que dice que “aquellos a quienes los dioses quieren perder, primero los vuelven locos”. Y aquí parece que hay demasiada gente que está perdiendo el juicio.
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