miércoles, 20 de octubre de 2010

La contaminación de Petronor

La contaminación de Petronor

Para que nadie trate de confundir y de confundirse, digamos desde el principio que la iglesia de San Julián “se erigió en la Edad Media y se reedificó en el siglo XVI”, es decir, este barrio existe bastante antes de que la refinería empezara a funcionar, apenas hace 40 años.
Las instalaciones de Petronor las tenemos pegadas a nuestras narices. Debajo del Turruntero, separada por el río Barbadún y por la carretera a la playa de La arena, a escasos 100 metros, está la valla perimetral de la refinería. A la izquierda, y  a unos 200 metros, están las balsas de decantación donde se vierten las aguas residuales de la refinería una vez tratadas. De estas balsas se desprenden de manera continua hidrocarburos nauseabundos que flotan sobre nuestro barrio, cuyos olores apestosos quedan pegados en nuestras narices y en nuestras bocas, se introducen en nuestros pulmones, llegan a nuestra sangre, produciendo cuando menos dolores de cabeza y náuseas.
A la derecha, a unos 250 metros, se encuentran las torres de refrigeración, de las que se desprenden unas masas de vapores constantes que arrastradas por los vientos sobrevuelan nuestro barrio en forma de finas gotas de agua blanquecina que se depositan en los edificios, los coches, los árboles, las plantas, las flores y por supuesto, también, en nuestras vías respiratorias y en los pulmones.
Un poco más allá, a la vista de todos los que lo quieran ver, están apilados los montones de azufre en polvo, expuestos a ser arrastrados por los vientos y por las aguas de lluvia. Está expresamente prohibida esta forma de almacenar esta sustancia a la intemperie.
Y un poquito más alejada, a unos 300 metros, están las instalaciones de FCC y la gran chimenea de más de 200 metros, por la que la refinería escupe de continuo todos los tipos imaginables de productos contaminantes. Y ahora a unos escasos 400 metros, se alza ya el monstruo de otros casi 200 metros de altura de las instalaciones de coque, cuyos efectos contaminantes y perniciosos se van a sumar a todo lo anterior.
A las emisiones de humos, gases, vapores y aerosoles, hay que añadir el ruido ensordecedor constante y continuo.
Y esto es así todo los días y a todas la horas; da igual de día que de noche, aunque a veces en las madrugadas aumentan los escapes; es lo mismo día laborables que fines de semana, aunque también suelen aprovechar estos últimos para intensificar los ataques; es lo mismo el día de San Juan, patrón del municipio, que la Navidad que el Año Nuevo. No hay descanso en la agresión ecológica y medioambiental de Petronor.